Escupe, sácalo, échalo, vomita. Hay ocasiones en las que se tiene que escupir porque ya no puedes tragar lo que recibes. Y si sigues tragando la puta auto confianza se va, nos deja y nos sentimos vacíos y solos.
Mario se despertó un buen dia sin fuerzas, levantarse se podría convertir en un suplicio porque ningún motivo justificaba el esfuerzo de ponerse en pie. Nada especial había sucedido el día anterior para sentirse así.
Llevaba varias horas tapado por un edredón nórdico del ikea cuando sintió que a través de él un resplandor invadía su habitación. Mario sintió extrañeza, el miedo necesitaba demasiada energía, algo que no tenía.
Cuando sacó la cabeza, la extrañeza se convirtió en alucinación, ante él habia una figura luminosa, una especie de holograma de Steven Spielberg cuya única vestimenta era un pañal blanco anudado en la cadera. En la mano tenía una varita mágica, o varita sin más, puesto que el efecto todavía no habia sido comprobado por Mario.
Steven y Mario se miraron, directamente a los ojos, diez segundos, un minuto, media hora. Recordemos que Mario estaba agotado. Cuando Steven, embutido en su pañal de plástico, movió la mándibula para hablar, se dirigió a nuestro héroe tumbado en la cama con estas palabras.
- Steven: Sé lo que te pasa y conozco la solución.
Repentinamente, Mario sintió naúseas empezando a vomitar palabras, actitudes, promesas, envidias y caricias falsas. La cama se llenó de todos los vómitos mirándolos Mario, comprendiéndolo todo.
- Steven: Toma, y mira esto, lo tendrás que poner todos los dias cinco veces al día.
La figura luminosa se desvaneció apagando la habitación al crepuscular momento en que el sol se esconde. Lo único que quedaba era una imagen de un señor canoso, con un micrófono en la mano. Encima de su cama apareció un mando a distancia y pegado a él una nota que ponía "cinco veces". Mario apretó el botón....